lunes, 17 de mayo de 2010

LA PROFESORA TAUZIN Y UN PRÓLOGO PARA EL OLVIDO

LASTIMA QUE una lectura inteligente y detenida de Los ríos profundos de José María Arguedas, se vea afeada con una introducción salpicada de animadversión hacia Mario Vargas Llosa. Isabelle Tauzin, autora de este prólogo –incluido en su libro El otro curso del tiempo (IFEA-Lluvia Editores, 2008)–, siguiendo a un sector de la crítica local, que toma las ideas de Vargas Llosa para justificar su lealtad a una mirada “progresista” del mundo, lo aprovecha para lanzar afirmaciones arbitrarias. Dice, por ejemplo: “Este libro (refiriéndose a La utopía arcaica, ensayo dedicado a la obra de Arguedas) –traducido en el mundo entero–, concitó la repulsa de los especialistas de la obra arguediana”.

Habría que preguntarle a la profesora Tauzin en quiénes concitó repulsa el libro, sino en aquellos que tienen una visión adversa a las ideas liberales del escritor (Tomás Escajadillo fue uno de ellos); pero que peor aún se creen los únicos llamados a interpretar el legado dejado por Arguedas, consistente en múltiples novelas, cuentos y artículos que escribió en vida.

Pero allí no acaba todo. Más adelante, intentando defender a éste de un supuesto ataque vargallosiano, afirma: “La utopía arcaica configura un panfleto parricida y no ha de leerse como aporte científico”. Esto último merece examen.

En primer lugar, Tauzin supone a José María Arguedas como padre literario de Vargas Llosa. La profesora en mención yerra porque si con alguien tendría que cometer parricidio Vargas Llosa no sería con Arguedas, sino con Flaubert (luego con Faulkner, porque a Sartre lo “liquidó” hace muchos años), de quien tomó la idea del narrador omnisciente y ha dedicado un libro, La orgía perpetua.

En segundo lugar, tilda a La utopía arcaica de “panfleto”. Aquí nos eximimos de todo comentario porque lo expresado por Tauzin, al rebajar un ensayo a la categoría de panfleto, lo dice todo.

En tercer lugar, desmereciéndose como pretendida científica social en el sondeo de un texto literario, tacha de antemano las ideas del escritor Vargas Llosa sobre su colega Arguedas (“no ha de leerse como aporte científico”). Les niega toda posibilidad de veracidad, indisponiendo así a los futuros lectores del estudio vargallosiano. Por otra parte, ¿desde cuándo se le debe exigir a un ensayo, género literario caracterizado por lo personal y subjetivo en su composición, objetividad científica?

Continuando, Isabelle Tauzin expresa que Arguedas ha sufrido un “ajusticiamiento” en La utopía arcaica. Tauzin nos quiere tomar desprevenidos y con la guardia baja. Quiere equiparar el ensayo de Vargas Llosa sobre Arguedas, con el sí ajusticiamiento sufrido por éste en la mesa de redonda de 1965 dedicada a Todas las sangres. Todo un despropósito que linda con lo tendencioso.

A la profesora Tauzin, finalmente, hay que leerla con cuidado, sobre todo en sus apreciaciones sobre Vargas Llosa, todas ellas cargadas de animosidad e intolerancia. Lo mejor que se puede hacer, es quedarse con su buen análisis de Los ríos profundos en El otro curso y obviar lo que ha escrito en la introducción. Es para el olvido.

Freddy Molina Casusol
Lima, 17 de mayo de 2010

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